A Medellín la recorremos en plural: rutas, caminatas y conversaciones en las calles del barrio

14.08.2019 / Por: César Jaramillo

A Medellín la recorremos en plural: rutas, caminatas y conversaciones en las calles del barrio
Recorrido al cerro El Picacho, enero de 2019. Corporación Picacho con Futuro

Cada cierto tiempo es de buen provecho subir a alguno de los cerros o bordes que rodean el Valle de Aburrá, y poner los pies sobre sus lomos esculpidos en piedra, tierra y siglos. Y ya en la cumbre, con atención a las cuestas de la ladera, seguir el hilo de la ciudad: casas cobrizas, edificios de concreto, límites que se pierden en las sombras verdosas del barrio y la vereda, avenidas y calles, reflejos del cristal bajo el sol ardiente, o lámparas que entregan su intermitencia en un repunte de destellos nocturnos.

Para conocer a Medellín es preciso leerla en la voz de sus cronistas; seguirles los pasos a sus investigadores y académicos; ver su cine y escuchar su música. Pero en otro ejercicio de cercanía, caminar la ciudad es una conversación entre esquinas y murmullos del pasado. Y al mismo tiempo, sus paredes son premoniciones para el buen entendedor. Algunas propuestas de recorridos por Medellín son una mirada múltiple que invita al análisis sobre el arte urbano como testimonio vital; otras llevan a la crítica sobre el modelo de desarrollo que se vende con buen ritmo; algunas son, incluso, un plan de resistencia.

Museo Urbano de Memorias y Bajo la piel

Es jueves ocho de agosto, y el mediodía reza su calor acostumbrado. Una veintena de chicos y chicas caminan por los pasillos de la sede de Picacho con Futuro, en la Comuna Seis de Medellín; el guía, Gerardo Pérez, los convoca para que entren al auditorio y conversen un rato antes de emprender rumbo hacia el cerro El Picacho. El recorrido es dirigido por el equipo de Bajo la piel de Medellín, y es justamente un vistazo conciso a la epidermis de la ciudad cosmética y sintética, que en lo elemental es la de pendientes a buena distancia de los centros simétricos. Sus integrantes trabajan de la mano con Compás Urbano: una agenda de cultura local. «Esta iniciativa surgió con el deseo de mostrarles a nuestros ciudadanos una Medellín que dejamos de reconocer en su historia, en su capacidad de organización, construida en la periferia, y que se va olvidando por la imposición de un modelo turístico para exponer a los de fuera; es ver personas que son símbolos de resistencia, que hicieron posible comunidades solidarias», me dice Gerardo; su voz se detiene con énfasis en palabras como esperanza o igualdad: el grupo que hoy nos visita hace de parte un proyecto llamado Editores de ciudad, nacido de las entrañas de la organización Casa de las Estrategias.

En el costado nororiental, Comuna Uno – Popular, David Ocampo hace malabares con latas de pintura y gestión de ideas. Me cuenta que en 2014 surgió la primera versión del Museo Urbano de Memorias: 20 historias pintadas en las paredes del sector San José del Pinar, en la antigua vía a Guarne; el 2018 trajo el segundo encuentro en el barrio Santo Domingo Savio, esta vez con 27 narraciones, y tres galerías. Básicamente, las galerías entregan «cartografías urbanas que nos presenten otra cara del territorio, una forma de narrar, representar, hacer resistencia y generar procesos de identidad; pero también de deconstruir y formular nuevas miradas que subviertan las realidades que se habitan». La fundación que adelanta la propuesta es Trash Art. Ahora, las temáticas están acertadamente encauzadas: la primera galería se titula Mi territorio: «narraciones que dan cuenta de cómo ha pasado el tiempo por el territorio, pero también cómo se ha construido social, cultural, política y económicamente». David explica la siguiente galería, Otras voces: «aquí se pueden apreciar 16 historias de otros lugares, otros cuerpos, otras voces, otros territorios que no son de Santo Domingo Savio, pero que sí conversan desde el reflejo de la subjetividad de cada cual». La última es conocida como La Independiente, y es más una pregunta que una certeza: ¿independencia de quién o de qué? Esta última etapa fue precisamente elaborada un 20 de julio. La Fundación ofrece tres recorridos: el primero va por las galerías Mi territorio y Otras voces; el segundo recorre La Independiente, cruza el cerro tutelar de Santo Domingo, y desemboca en Mi territorio; la última ruta comprende el paso por las tres galerías.

bajo la piel

Recorrido de Bajo la piel de Medellín. Imagen tomada de su sitio oficial

Medellín: paradójica y vital

Este es el nombre de la propuesta de recorridos de la Corporación Región, que define en su carta de presentación como «una forma de ver, percibir y aprender de la ciudad y sus dinámicas. Es una manera de compartir el acumulado académico y práctico de la Corporación, y lo que ha significado contribuir a la construcción de la ciudad, reconociendo su pasado, leyendo su presente y evidenciando sus retos frente al futuro». Esta iniciativa recoge la experiencia de tres décadas de inmersión juiciosa en la academia, la investigación y la promoción de derechos a la ciudad, la educación y la democracia. El trayecto inicia en la Comuna Catorce – El Poblado, toma rumbo hacia el perímetro patrimonial en la Comuna Diez – La Candelaria, y cierra en Santo Domingo, Comuna Uno: es, en perspectiva, un ejercicio que subraya los contrastes; o mejor, les pasa resaltador, y agrega notas al margen de página. Sin embargo, el recorrido de Medellín: paradójica y vital de Región, pertenece a un abanico de otros tantos que buscan un análisis crítico de las condiciones de vida, y las marcas indelebles de nuestra historia de altibajos en la consolidación de sus modelos de desarrollo, conflicto y reconocimiento de los males endógenos. Un ejemplo a la mano es el menú de recorridos que ofrece el grupo Arrieros de El Faro, habitantes de una zona de frontera entre la Comuna Ocho – Villahermosa, y el corregimiento de Santa Elena, en el costado centro oriental. En sus caminatas está siempre presente la reflexión sobre la prestación de servicios públicos, la construcción de escenarios barriales, y la vivienda como elemento crucial para referirnos a la identidad de una comunidad: «aprendemos que caminando nos podemos encontrar y reconocernos; aprendemos a observar el camino y a escuchar con atención el mundo», afirman. Sus recorridos cruzan trechos largos del borde urbano, partiendo de El Faro, y enhebrando la ruta por La Honda, La Cruz, Bello Oriente, y Santo Domingo. El fuerte de Paradójica y vital, y la iniciativa de Arrieros, se lee con más facilidad en un turismo urbano de memorias, algo en igual surco que el célebre Graffitour de la Comuna Trece, pero con otras señales discursivas con relación a la configuración de la trama física local.

Una última mención merece el proyecto de recorridos juveniles Medellín en la cabeza, que se define como «una propuesta pedagógica de formación y gestión institucional que entiende la ciudad como un espacio educador, un laboratorio para cualquier área del conocimiento». La cita es tomada de su sitio oficial, albergado en la plataforma medellinjoven.com. Medellín en la cabeza es financiado con recursos de la Secretaría de Juventud de la Alcaldía de Medellín, y cuenta con nueve rutas, entre las que hallamos nombres como El centro: un lugar para descubrir, Territorios jóvenes nocturnos y ¿Tiene Medellín campesinos?

museo urbano de memorias

Museo Urbano de Memorias, Comuna Uno-Popular. Foto tomada de su sitio oficial

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La vista general a los recorridos en Medellín es una invitación atomizada a calzar los tennis, salir a la calle y tomar rumbo. El barrio entrega los voceríos minerales de sus mañanas surtidas, los golpeteos del motor en los buses, los chorros de agua, las persianas y las ventanas que se mueven como hojas de metal y vidrio. Los rostros ven pasar colchas de curiosos, y en su turno devuelven los saludos con curiosidad genuina. Caminantes que doblan las esquinas, abren los sentidos, y saben que la ladera es galería.

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