Segunda parte de esta crónica que recorre la historia de Juventud Unida Comunicaciones, y el archivo fotográfico y audiovisual que hoy está recuperando la Corporación para el Desarrollo Picacho con Futuro.

Compartimos con ustedes la primera de tres partes en las que hemos divido esta crónica: un relato con voces y memoria sobre Juventud Unida Comunicaciones

Mónica Bastidas fue una de las personas que estuvo al frente del proyecto: traer a un grupo de doce jóvenes desde el continente europeo hasta la Comuna Seis en Medellín, recorrer las calles y la historia de la ciudad, y que se encontraran con otra ventana a la pluralidad global. Además, vinieron con dos animadores y una voluntaria.

Los resultados de las estrategias sociales de desarrollo se ven luego de cierto tiempo, si el juicio y la disciplina van acompañadas de aprendizajes acertados. En unas líneas breves vamos a mencionar algunos matices de la movilización juvenil, que lejos de aventurar conceptos o teorizaciones enmarañadas, procuran dilucidar en tres momentos la imagen enmarcada, el panorama en su complejidad: cómo los jóvenes pueden acercarse más a la ciudad desde sus territorios, originar pensamiento, e incluso cimentar proyectos y tomar asiento en escenarios de deliberación en sus territorios.

En agosto del 2015 varios profesionales de la Corporación Picacho con Futuro tocaron las puertas de colegios y escuelas de la parte alta de la Comuna Seis: buscaban jóvenes interesados en conformar un nuevo grupo para acercarlos a la experiencia de la organización y la participación; en esencia, pertenecer a algo que ellos mismos levantaran desde las bases hasta las torres. El grupo Nueva Ola –NOA– nació con 22 jóvenes entre los 14 y los 22 años de los barrios Progreso nro. 2, El Triunfo, Mirador del Doce, Picacho y París.

El cambio de semáforo es una sirena mecánica para iniciar la función. Los pinos al aire y el cuerpo buscando equilibrio sobre la cuerda son la rutina del trabajador de calle; el pan se gana con el sudor de sus trucos. Juan Andrés prefirió el oficio de los malabares, antes que seguir en la fábrica de confecciones donde las puntadas de la máquina le recordaron la fugacidad de los años que adoban esta existencia efímera.

Provenientes de grupos reconocidos en la ciudad como Nefesh, Combos o Convivamos, los integrantes de Acrobatic se unen en el año 2005 en una búsqueda consecuente de llevar al profesionalismo su pasión por el arte.

Los jóvenes han cargado juiciosamente con su maleta de intereses, hasta el momento crucial de definir qué quieren ser en la vida, incluso entre penurias, precariedad y segregación. Son otros tiempos. En los barrios de la periferia, donde pagar estudios superiores supone un esfuerzo complejo, nacen a menudo escuelas de hip-hop, colectivos de dibujo y graffiti, estudios de audiovisual y grupos de comunicaciones para enseñar a manejar la cámara y los micrófonos.

Dos elementos componen esta nota: primero, anunciar quiénes son los dos promotores que harán parte del equipo de dinámicas juveniles en la Comuna Seis. Segundo, un recuento cronológico y descriptivo de esa etapa de selección, y qué sigue.

Era Medellín a principios de los ochenta. Eran sus calles disputadas por fuerzas de todo tipo. Eran las galladas transitándolas. Eran jóvenes inconformes que encontraron su punto de fuga en los gritos. 

“La juventud es el paraíso de la vida, la alegría es la juventud eterna del espíritu”, escribió el italiano Ippolito Nievo. ¿Qué es entonces la alegría para los jóvenes?

El propósito de un proceso de fortalecimiento de dinámicas juveniles va más allá de sólo facilitar la ejecución de iniciativas. Eso en esencia sería sencillo: propuesta, desarrollo e informe.