Barrio Comparsa vive en un taller de alegría

28.04.2018 / Por: César Jaramillo

Barrio Comparsa vive en un taller de alegría
Barrio Comparsa

Cuando la sangre bajaba como quebrada en alboroto por cuadras y laderas de los barrios, a otras personas les corría por las venas un caudal más fuerte, pulsación tras pulsación de deseo y alma con ritmo de tambor. Era Medellín y eran los ochenta. Eran los días de la desazón, y eran los orígenes del arte valiente y venturoso.

Luis Fernando García Arboleda, el ‘Gordo’, cuenta que fue concebido en el Bosque de la Independencia. En ese mismo lugar, a finales de los setenta, comenzó a organizar tardes de taller artístico con niños de los alrededores, cuando aún los cañones de las armas no habían despertado con la cólera de los años que vendrían. La experiencia llevó al ‘Gordo’ a montar A Recreo Teatro: él –en ocasiones acompañado, en ocasiones solo–, salía con un costal, un tambor, unos zancos, un muñeco y una tela de gusano. Manrique Oriental, 1983; el miedo asomaba su figura esquelética al girar la esquina. La gente empezó a encerrarse. Las bombas y el plomo señalaban el reloj como quien dice «estas no son horas de andar en la calle». Se acercaba la década de los noventa, y Medellín era un hervidero de muerte donde se consumieron miles de vidas.

El ‘Gordo’ encontró algunas mentes inquietas que compartían su pesar y su idea: había que conquistar nuevamente el espacio público para la causa cultural. Junto a Jorge Blandón, fundador de la Corporación Nuestra Gente, y a quien el ‘Gordo’ conocía desde el 89, organizaron una jornada que se convirtió en una semana de comparsas y chirimías caminando con paso de baile y bulla por callejuelas que no aparecían en el mapa de la oficialidad. Era el mes de marzo de 1991, año de la Constitución. La convocatoria fue atendida por 56 organizaciones que salieron en corrillo a regar sus armonías por barrios como Villa del Socorro, Santa Cruz, Aranjuez y Granizal.

Los medios de comunicación, que por miedo o indiferencia no subían sus micrófonos y sus cámaras a la Nororiental, volvieron a desenrollar la madeja de cables y dedicaron su atención a las historias que se escribían en esas colmenas empinadas de Medellín. Fueron los inicios del programa de televisión Arriba mi barrio, propuesta de la Corporación Región apoyada por la Consejería Presidencial. En la primera emisión se les dio espacio y lente a Nuestra Gente y a Barrio Comparsa, que nació ese mismo año como un hilo hereditario, la semilla de aquellas movilizaciones teatrales de recuperación que retumbaban por encima de fronteras invisibles, narcotráfico y bala. El cuento del ‘Gordo’ se convirtió en un símbolo, y el símbolo surgió para perdurar.

La actual sede –El Taller de la Alegría– está ubicada en Prado Centro, y fue otorgada por la administración de Alonso Salazar en 2011, como un reconocimiento merecido y un respiro al trajín de nómada: fueron años de aquí para allá con la maleta de muñecos y trapos al hombro. «A la ciudad no la transformaron artistas ni políticos famosos, sino un grupo de muchachos untados de maquillaje, sobre zancos y con tambores, rompiendo las fronteras mientras todo el mundo andaba escondido de la guerra», dijo el alcalde al entregar las llaves. La casa es amplia, de largos corredores y patios generosos. En sus paredes se exponen fotos que relatan la historia de Barrio Comparsa, y desde allí componen un recorrido singular por Medellín, que es la textura y las diferencias; sus máscaras en escena y sus rostros en el receso.

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En el año 2000 Julia Victoria Escobar, una de las fundadoras de Barrio Comparsa, viaja a Guatemala, y propone entre encuentros y reuniones la creación de un proceso de formación basado en la metodología de acción-participación-transformación. Con ese impulso que tuvo acogida y voluntad nace Caja lúdica, un ejercicio que puede ser entendido como una ramificación de Barrio Comparsa. 600 jóvenes hicieron parte de la iniciativa en sus comienzos, y hoy la hija del ‘Gordo’, Catalina, acompaña Caja lúdica, lejos de casa pero cercana en la vitalidad y las ideas.

Aquí, en Colombia, la Corporación ha participado trece veces del Desfile de Mitos y Leyendas –y resultó ganadora en seis ocasiones cuando el desfile tenía también concurso–; bien contados son 22 montajes en 27 años; el ‘Árbol de corazones’ es la obra más reciente. Han hecho presentaciones en el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, el Festival Internacional de Teatro de Manizales, y visitas con arte y juego a pueblos y ciudades de todo el país. Sus creaciones representan un abanico colorido de la cosmogonía y la existencia, la raíz y la tradición que conversan y seducen los sentidos de la comunidad y el barrio. 32 integrantes tiene hoy la Comparsa, así como un taller permanente de creación; la cifra de cuántos han pasado por su escuela o cuántos grupos de la ciudad se han inspirado en ella es difícil, pero probablemente enorme.

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La Comparsa en Manizales, 2016. En primer plano, el 'Gordo' García.

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En el patio principal del Taller de la Alegría, pegada a una pared con cinta adhesiva, hay una foto muy especial. En ella se ve a varias personas de espaldas, paradas al lado de la estatua de un pájaro enorme de bronce. Están observando el ensayo de la Comparsa en plena plazoleta del Parque San Antonio, porque se acerca la celebración de sus cuatro primeros años de existencia; también los acompañan algunos miembros de Arriba mi barrio. La escultura metálica pareciera ser otro espectador atento. Es junio de 1995. Pocos días después de ser tomada la imagen, bajo el mismo pájaro, una explosión acaba con la vida de 24 personas y deja por lo menos a otras 200 heridas. La guerra, como siempre, apurando su inclemencia. Esa noche un concierto alegraba los ánimos y los humores en el centro de la ciudad. Tras esta anécdota permanece una paradoja: el paso del tiempo, luego de la sombra y el miedo, reclama coraje y bulla, comparsa, pintura, representaciones que acojan bajo su manto nuestros cuerpos indefensos y los devuelvan a la calle cubiertos de valor. Nos queda el arte valiente y venturoso. Nos quedan las celebraciones de la existencia.

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Parque de San Antonio, junio de 1995. Foto propiedad de la Comparsa.

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