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Picacho con Futuro
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Comuna 6 - Doce de Octubre
Medellín - Colombia
18.01.2017 / Por: Jessika Cano Uribe
Dubán todavía recuerda la primera comparsa en la que participó con Luna Sol. Era la Fiesta del Aguacate en Montebello y llevaban de vestuario una camiseta blanca y un pantalón de rayas rojas y amarillas. Salió a gritar y a aplaudir, porque era lo único que sabía hacer, después de apenas cuatro días de haber ingresado al grupo. Era febrero de 1997, tres meses después de que estos futuros artistas se habían reunido por primera vez.
Fredy Alexander Cano era el director de la comparsa. Tras su renuncia, todos desearon que lo reemplazara Dubán Blandón, “El Apá”. “Luis me decía así, que porque yo parecía el papá de todos, y así quedé”, cuenta. Luis Antonio Velásquez fue quien invitó a Dubán a la comparsa, le dijo “vaya, que allá aprende. Allá pasamos bueno”, y así fue. “Yo me fui formando a la par que fui dirigiendo. Aprendí baile, actuación, zancos, malabares, música y gestión”, recuerda Dubán. Pero esta historia no es solo la de él; todos los que ahora hacen parte del grupo llegaron así, motivados por las ganas de conocer ese mundo, y, ya estando allí, han rotado por diferentes cargos y están dispuestos a hacer la labor que sea.
De los primeros integrantes todavía quedan varios: están Leany Henao y Natalia Marín; otros artistas han ido y venido durante estos 20 años. La comparsa se llamó inicialmente Luna Sora, en homenaje a Soraya Cataño, la artista y soñadora, a quien decían que su luz irradiaba como la luna misma. Después, pasó a llamarse Luna Sol, simbolizando en ese nuevo astro a Ramón Sierra, un líder de la parte alta de la comuna quien, al igual que ella, fue asesinado.
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En 1996, se convocó a los habitantes de barrios de la Comuna Seis Doce de Octubre para rendir un homenaje a Soraya Cataño. Se les enseñó lo básico en danza, música y todo lo necesario para hacer un desfile. El 6 de noviembre de este mismo año despegó por toda la Carrera 80 un carnaval de alegría, que disimulaba la nostalgia producida por la pérdida de esta mujer, a quien no le volverían a ver sus ojos lúcidos. Desde entonces, cada 6 de noviembre, Luna Sol celebra su aniversario.
La comparsa es una semilla de Soraya, no solo porque haya iniciado como su conmemoración, sino también porque fue ella el referente de esperanza que tuvieron desde niños. “Llegaba, cerraba la cuadra, nos llamaba a todos y hacíamos una fiesta. Recogía para el chocolate y nos enseñaba cosas, porque era teatrera”, expresa Dubán, recordando que cuando tenía doce años acompañó a Soraya a un Desfile de Mitos y Leyendas. Simplemente tuvo que cargar un morral, pero estar allí, para él fue maravilloso. Ese día soñó con volver y diez años después lo hizo, esta vez como parte de la comparsa, rodeado de los mejores artistas escénicos de la ciudad.
El 7 de diciembre de 2001 la comparsa Luna Sol participó por primera vez en este desfile. Representó el mito de Iraca y Ramiriquí, la historia de un cacique y su sobrino, quienes ascendieron hasta los cielos para traer luz a la tierra que se encontraba en la oscuridad absoluta. Ramiriquí se convirtió en el sol e Iraca en la luna. Después de este desfile, la comparsa se consolidó como corporación y fue registrada como Ramiriquí e Iraca.
Fieles a esta historia, el grupo decidió dar luz al parque y a la cancha de La Torre, lugares que, debido a su oscuridad, fueron propicios para la violencia y por ello han sido estigmatizados. El grupo se apropió de este espacio y sus coloridas actividades se volvieron paisaje natural. Ocuparon otros lugares, como las aulas del colegio Jesús Amigo, la Casa de la Cultura del Doce de Octubre y la Sede Social Doce de Octubre —en el sector La Torre—, tres pisos abandonados sin servicios públicos. Cuenta Dubán que empezaban los ensayos a las cinco de la tarde, encendían decenas de velas y terminaban cuando estas se apagaban.
Esta casa es su actual sede, allí se reúnen para ensayar y planear las rutas que recorrerá su comparsa. Quizá uno de sus mayores logros fue la gira que hicieron en 2012 por Perú, donde vivieron un intercambio artístico en el Festicirco de Lima. Otros acontecimientos importantes en su trayectoria han sido las once veces que han participado en el Desfile de Mitos y Leyendas, la presentación en el Desfile de Silleteros en el marco de la Feria de las Flores de Medellín, desde 2008; su presencia en el Festival Internacional de Teatro de Manizales, en 2009, y sus múltiples recorridos a lo largo y ancho de municipios antioqueños.
Luna Sol no solo se ha preocupado por proyectar su talento por fuera de la comuna, de la ciudad y del país. Sostiene, desde que inició, una escuela de formación artística y comunitaria a la que se le llama Soraya Cataño desde hace un año. Antes, era Dubán quien enseñaba a los niños y jóvenes cada uno de los roles, pero hoy, cuenta con un equipo de trabajo de profesores en cada área: danza, música, malabares y primera infancia.
En 2010, hicieron posible el primer festival internacional de teatro en la comuna, La Matraca, que ha dejado, en sus seis versiones, memorias de teatro de sala, de calle, apropiación de espacios no convencionales, compañías locales e internacionales y programación académica. Así mismo, le regalaron a la comuna la opción de ser la anfitriona del 1er. Encuentro de Música Andina Latinoamericana, que actualmente va en su segunda edición.
Sostener una comparsa, o cualquier organización social, artística o comunitaria, no es un trabajo fácil. Luna Sol lo ha logrado gracias a la venta de servicios artísticos y recreativos, como la orquesta, la chirimía, el grupo de música andina Kawsay, y, además, con la gestión de recursos públicos. “Somos payasos, muy en serio”, dice Dubán, asumiendo que para continuar la corporación ha sido necesario también aprender del campo administrativo, y aunque no es un trabajo fácil, la amistad que se ha forjado entre los miembros de la comparsa y la pasión que todos tienen por el arte han permitido que esto sea posible.
“¿Mi vida sin esto? Claro que me la he imaginado, pero creo que esta es la vida que yo decidí formar y en la que otras personas me han ayudado. Han sido muchas satisfacciones y motivaciones para seguir. También ha habido angustias como la pérdida de Luis, que me hizo querer renunciar, pero aquí seguimos”, expresa Dubán, y añade: “así mismo, me pregunto, ¿qué sería de la vida de los niños y de los jóvenes de nuestros barrios, sin procesos como estos? Jóvenes que salen del colegio y no encuentran más qué hacer. Esta es una opción que les ha cambiado la vida a muchos, estoy seguro de que no solo a mí. Por eso digo que Soraya hizo muy bien su trabajo, sembró en nosotros una semilla y aquí nos mantiene con el deseo de multiplicarla”.
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