El cuento de ‘La Casa Grande’

16.09.2017 / Por: César Jaramillo

El cuento de ‘La Casa Grande’
Fiesta del libro, Carpa de 'La Casa Grande', 2015.

Sin la palabra sólo seríamos un mar de figuras silentes. O algo más enorme y frívolo: un océano de soledades intercambiando símbolos confusos, ajenos a la posibilidad de descifrar la lógica compleja de nuestra condición humana. La literatura es el universo de las interpretaciones por medio del sonido, la letra, la existencia que hila su memoria en líneas y párrafos.

Los muchachos de La Casa Grande tienen en común su gusto por la palabra. Leen, se reúnen a conversar sobre el libro que los desvela, el autor que los trae atrapados, la obra que no han conseguido y rastrean con desespero. Son jóvenes de la zona noroccidental de Medellín, e iniciaron un proyecto con más seriedad y constancia por allá en el 2013, luego de varias reuniones informales sin fecha fija. Me encuentro con Jessika Cano, una integrante del equipo de fundadores, en el Jardín Botánico. Es la semana de la ‘Fiesta del libro y la cultura’, y buscamos un lugar más reservado tras la zona comercial de librerías para conversar. «Antes nos llamábamos Colectivo juvenil zona 2, pero dejó de gustarnos y decidimos en 2014 ponerle La Casa Grande porque por esos días nos estábamos leyendo ese libro de Álvaro Cepeda Samudio». Les interesa la literatura que pretende ser alternativa, cambiar el discurso impuesto por elaboraciones de colectivo desde los barrios. Ese mismo año del cambio de nombre, entran a participar de procesos de ciudad relacionados con sus inquietudes, como la Parada juvenil de la lectura. Tuvieron una carpa y lograron medirse con público. Repitieron la experiencia en 2015, y aprendieron del fogueo con responsabilidades mayores y exigentes, de logística y planeación juiciosa. Pero también de distribución de labores según, no un cargo, sino la capacidad. Actualmente son un grupo de 13 personas: «lo común es que a todos nos gusta el arte. Por profesiones hay una que es veterinaria, otra estudia Biología, otro Filosofía, y hasta tenemos un músico. Yo estudio Periodismo» me dice Jessika.

La Casa Grande desarrolla hoy una serie de acciones formativas en la Comuna Seis, con apoyo del proyecto de Dinámicas juveniles. Van a estudiar sobre las etapas de construcción de un fondo editorial: cómo se moldea un texto, cómo se le da forma desde la diagramación hasta la impresión, cuáles son las vías más difíciles y empinadas de ese mundo literario. Al final, pretenden crear su propio sello: Brujería. Quieren darle papel y tinta a personas de los barrios de la noroccidental que ni siquiera han considerado sacar un escrito de sus cuadernos de notas.

En intervenciones de espacios, no se limitan a una expresión artística, porque la palabra, las narrativas, se extienden por medio de múltiples trayectos creativos: pintan murales con partículas de pensamiento y hacen talleres para invitar a la escritura. 

Jessika me dice que ahora está inmersa en los textos de Truman Capote. Cuando vuelvo a casa busco precisamente un cuento del autor norteamericano que me parece fascinante: «Ella era su parte extraña: el árbol de nogal, el gusto por los libros, querer a alguien lo suficiente para dejarse lastimar, las cosas que tenía miedo de mostrar a los demás».

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Este proceso se realiza en el marco del contrato número 4600070503 de 2017, celebrado entre la Secretaría de Juventud de la Alcaldía de Medellín y la Corporación para el Desarrollo Picacho con Futuro: fortalecimiento a las dinámicas juveniles de la Comuna Seis. Más información: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

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