En Los Ranchos nacen pequeños escritores

05.09.2016

César Jaramillo

En Los Ranchos nacen pequeños escritores

La gente observa la caravana con cierto asombro sazonado en curiosidad: dos jóvenes arrastran loma arriba carretillas amarillas repletas de rollos de papel y lona. Atrás, empujando el armatoste de metal, los sigue con paso más esforzado y menos velocidad un señor de barba y cabello en el que las canas se asoman. En su pequeño carrito lleva un arcoíris y un globo de madera, una mesa de plástico y la cabeza de un león de fauces abiertas. Todo un trasteo con pinta de escena circense. Es el sábado 20 de agosto, cuatro de la tarde, barrio Santander de la Comuna Seis de Medellín. Hoy, la Biblioteca K de K les llevará a los niños del sector Los Ranchos el Primer Festival del Cuento Comunitario, como parte de su proyecto Pequeños Escritores.

Al ver su figura menuda, los chiquillos se acercan entre brincos y zancadas, gritan “¡Francisco! ¡Francisco!”, celebran que llegó Pacho con el grupo de la Casa de la Cultura de Santander cargando cuentos y libros. Todos corren a organizar el escenario: en un rincón donde antes se levantó una vivienda, sobre ruinas donde lo único que se conserva es el piso de baldosas desvencijadas, se instala el sonido. De la paredes de cemento se cuelgan los pendones, se acomodan el globo y el arcoíris para pegar más tarde los cuentos que los niños escriban, y en el andén se sitúa el león de fauces abiertas; la fila de niños no demora, y se les entregan las pequeñas bolas de pimpón para probar suerte y, en cuatro lanzamientos, acertar en la boca del felino.

Vamos a devolvernos unos ocho años. Por entonces la Casa de la Cultura de Santander ya tenía programación comunitaria en pintura, escultura, y otras artes, pero era necesario contar con un lugar que sirviera para satisfacer la curiosidad, consultar, investigar, en fin, abrir ventanas a un panorama más amplio. “En un punto de su labor el artista debe también trabajar sus aptitudes para la historia comunitaria, el quehacer político, las formas de la naturaleza y el mundo, sólo por mencionar algunas caras de esa búsqueda”, afirma Pacho. Una biblioteca, recodo de saber encarnado en libros, techo sagrado que faculta la razón y provee la fuerza para cruzar fronteras. El salón existía pero la materia escaseaba, es decir, los textos. Sin embargo estas quijotadas tienen su angelito; o muchos, ya el tiempo lo determina. Primero fue Elkin Osorio, en esa época rector del colegio de Kennedy, y luego Casa Mía. Ambos, con urgencia de renovar sus colecciones, estaban buscando buen destino para los tomos que almacenaban, y no podría haber sido otro que la naciente Biblioteca K de K –la biblioteca de la Casa de la Cultura de Santander–. Así, sin mucha pesquisa, pasaron de un recinto vacío, a acomodar arrumes donde a ojo de buen cubero se contaban cerca de cuatro mil libros.

En sus orígenes, las actividades que allí se celebraban eran fuente de ideas para diseñar iniciativas cercanas a las familias. La hora del cuento se dedicaba a la lectura para niños, y el Parque del pensamiento era una tanda de buenas horas para el juego tradicional. Las tomas barriales con montajes artísticos y las juntas de pensamiento se seguían realizando, pero ahora tenían sobre la mesa un nuevo retoño que con buenas movidas podía volverse un símbolo más de la Casa de la Cultura. Y así fue. Las acciones se convirtieron en un proyecto, y el proyecto evolucionó con seriedad; primero con Biblioteca de la calle –hecha realidad en julio de 2014—, para sacar de paseo los libros y llevarlos de la mano como a infantes inocentes hasta rincones de la Comuna donde hacían falta. La montaña iba a Mahoma.

Gracias a la colaboración desinteresada de personas como Arley Orozco de la Red de Bibliotecas Populares –Rebipoa—, y el equipo del Parque Biblioteca Gabriel García Márquez, se logró financiar la propuesta con recursos de estímulos de la Alcaldía de Medellín. La cuestión era estirar la moneda para que rindiera más, y así, conseguir más materiales, comprar detalles pequeños que engrandecieran las jornadas. Aparece después el Taller de Letras Jordi Sierra i Fabra que se vincula con profesores y actividades, pero además con algo que le ha dado un sello a esta travesía: cada tanto se realizan lecturas de determinado autor, y luego, a los pocos meses lo llevan hasta Los Ranchos para que los niños lo conozcan y lo perciban cercano, en conversación sin protocolos sobre su obra y sus mundos. Los coloquios se inauguraron con Eva Mejuto, escritora española; luego el mismo Jordi Sierra desde Barcelona. Para este año, en el marco de la Fiesta del Libro, recibirán a Liliana Bodoc de Argentina.

Volvamos al presente, al sábado 20 de agosto, al atardecer desenvuelto como sábana cálida sobre Los Ranchos, al grupo de la Casa de la Cultura, de la Biblioteca K de K. Los niños ya jugaron con el león de fauces abiertas, ya copiaron sus nombres en papel y recogieron palabras que empiezan con las letras que los componen. Los muchachos del colectivo cultural Citibundas entretienen con una narración sobre reinos de fantasía ocultos en la memoria, y todo el auditorio observa sumergido en las palabras que inundan la imaginación. Pequeños Escritores es el capítulo más reciente de este relato, y hoy el Primer Festival del Cuento Comunitario es una estación del recorrido. El propósito es que ellos comprendan todo el proceso de nacimiento de un libro, de la inspiración hasta el papel entintado; el trayecto de la letra, la edición, la diagramación y la impresión. Por eso hoy han escrito, han jugado, han escuchado, se han dejado maravillar. “Ahora tenemos que ver la forma de elaborar estanterías para que todos ellos tengan en la casa ese rinconcito para los libros; le digo pues que eso tiene algún efecto en la familia, o por lo menos despierta la duda, abre la curiosidad” concluye Pacho.

En un pequeño callejón o en las salas silenciosas de una biblioteca, de los años confusos a los caprichos del futuro, los libros ejercen el poder del viaje por encima del tiempo y el espacio. La palabra es mensajera, pero incierto es su mensaje y más incierto el lugar a donde cada día llevará la luz del pensamiento.

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Este texto hace parte de la serie de relatos breves Mi casa es una larga historia, que busca narrar vivencias de barrio, enormes en esencia cuando los sentidos se permiten el gusto de interpretarlas. Nuestra Comuna Seis, un lugar en el tiempo con su trama y gramática particulares.

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