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07.03.2019 / Por: Corporación Picacho con Futuro
Si pudiéramos comprimir a solo un año toda la vida del universo en el que vivimos, nosotros, los humanos, entramos en ese relato aproximadamente a las 11 de la noche del 31 de diciembre. Y sin embargo, siendo sólo un fragmento pequeño, hemos logrado llegar a un uso tan asombroso de la ciencia y la tecnología, que refleja nuestras capacidades para construir y crear. Conocer un poco más sobre los acontecimientos que han marcado los siglos que llevamos caminando sobre la tierra, puede darnos más luces sobre el origen de todo lo que nos rodea, y que pasa desapercibido, sin que siquiera detectemos su complejidad: vehículos, celulares, pantallas en todas las esquinas, e incluso nuestros sistemas políticos y económicos modernos. Todo es proceso y resultado en constante movimiento.
Ahora escuchamos en Medellín de la Cuarta revolución industrial. Desde Davos, Suiza, se anunció en enero de este año que la capital antioqueña será sede de uno de los centros de la Cuarta revolución, compartiendo el reconocimiento con países como Noruega, Estados Unidos o Japón. Pero lo primero que hay que bañar en algo de claridad –si queremos comprender por lo menos de forma sucinta de qué se trata el asunto–, es la relevancia de las tres primeras revoluciones. En una serie de artículos breves contaremos algunos de sus aspectos más destacados.
Revolución es un término que carga el simbolismo de cambio. Si nos hablan de Revolución francesa sabremos que se refieren a unos años en que Francia cambió radicalmente su historia y la del resto del mundo. La primera revolución industrial, que se da entre los siglos XVIII y XIX, especialmente en Inglaterra, estuvo marcada por un giro en los modos de producción: primero tenemos el carbón, que fue fundamental para fabricar hierro, y cuando tenemos el hierro podemos hablar luego de las máquinas. Recordemos que estamos en una época de artesanos, agricultores, y personas regidas por formas sencillas y tradicionales. En América del centro y el sur aún gobernaba la corona española, y nadie podría imaginar que llegaríamos a tener algún día medios como la radio, la televisión o el teléfono; ni siquiera era fácil imaginar carros o aviones. Es, entonces, una revolución vinculada al nacimiento de la maquinaria para mejorar las formas de hacer y comerciar. En 1804 aparece el primer intento de locomotora a vapor (hija de la primera máquina a vapor, que sería patentada en 1769), que marcaría el inicio de la revolución industrial, aunque sólo 26 años después sería posible tener la primera vía férrea de tren a vapor. Estábamos ante una era de cambios en la forma de producir, transportar, y por ende de habitar la ciudad y el campo: la industrialización había nacido, y el mundo no sería el mismo.
¿Cuáles fueron sus impactos más drásticos? Básicamente mencionemos tres: hubo un éxodo masivo del campo a la ciudad, relacionado con las condiciones laborales; creció la población considerablemente; y presenciamos el surgimiento de la clase proletaria y de una clase burguesa. Otros cambios configuraron esta revolución, pero ya con esto sabemos que el giro fue radical y drástico, primero en Europa, y luego en el resto del mundo.
Sin embargo, en nuestra región antioqueña los cambios llegarían mucho más tarde. Una razón fundamental es que Colombia, ante su independencia en 1819, tuvo que concentrarse en la conformación de un proyecto de país, luego de tres siglos de dominación española. La primera intención de ferrocarril en Antioquia –sólo por mencionar un aspecto de la Revolución industrial, es decir, la locomotora– se empezó a construir en 1874, mientras que, por ejemplo, en Estados Unidos comenzó a funcionar la red férrea en 1830. Incluso, la construcción del Ferrocarril de Antioquia demoró más de 50 años, no sólo por la geografía difícil del departamento, sino además por fenómenos políticos como la Guerra de los mil días, que encendería su mecha en 1899. Vale decir que justo antes de que el conflicto se desatara, ese mismo año de 1899, rodaba por las calles de Medellín el primer automóvil de Colombia, traído desde Francia por el magnate Coriolano Amador. Este carro, impulsado por combustión de gasolina, desarrollaba una velocidad de 25 kilómetros por hora, y fue exhibido un domingo de misa, por las calles empedradas de una ciudad más cercana a provincia.
Segunda parte: La segunda revolución industrial: la energía que dio un giro a la historia
Tercera parte: La Tercera Revolución Industrial, y nuestra forma de tejer la comunicación
Cuarta parte: Cuarta Revolución Industrial: más allá de la técnica
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Este artículo se realiza en el marco de la estrategia de comunicación para la movilización de la Secretaría de Comunicaciones de la Alcaldía de Medellín, en alianza con la Corporación para el Desarrollo Picacho con Futuro. Contenidos con énfasis pedagógico, para construir ciudadanía desde el pensamiento y el aprendizaje.
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