La Tercera Revolución Industrial, y nuestra forma de tejer la comunicación

22.03.2019 / Por: Corporación Picacho con Futuro

La Tercera Revolución Industrial, y nuestra forma de tejer la comunicación
El periódico El campesino, vinculado a Radio Sutatenza, comenzó a circular en 1958

En el corazón del teléfono móvil hace mucho dejó de existir, como solitaria presencia, la voz. Hoy, sólo con ingresar algunas palabras a un buscador universal, llegamos en segundos a la Biblioteca de Alejandría de nuestros tiempos: el omnisciente google. A la vez podemos hacer un recorrido guiado por el Museo de Pérgamo, mientras reservamos habitación en Madrid. Podemos, sin interferencia alguna, conversar con nuestro amigo en Roma, y al abrir otra aplicación ingresamos a una taquilla de cine para pagar boletas en asientos con sonido envolvente. Pero de esa galaxia compleja hablaremos en otro artículo sobre la Cuarta Revolución Industrial. Aquí dejaremos unos apuntes sobre la tercera: del ordenador a las energías limpias, y otro viraje en nuestra historia reciente.

Primero, la comunicación. Desde que a Colombia llegó la caja prodigiosa de la televisión bajo el gobierno de Rojas Pinilla, en la década de los cincuenta, comenzó una relación íntima con la pantalla. El hogar, con los años, se fue organizando en torno a esa máquina de luces y rostros que nos abría la ventana discreta a programas de concurso, transmisiones deportivas y noticieros. Desde finales de los años veinte en el país la radio se había encargado de conectarnos en medio de los drásticos cambios políticos y sociales, y no podemos obviar el papel de intervención que desempeñó Radio Sutatenza. Fundada por Monseñor José Joaquín Salcedo, Radio Sutatenza inició labores en 1947, enfocada en la educación de campesinos para superar el analfabetismo en las zonas rurales del país. El proyecto creció en proporciones colosales, y su impacto en la historia de las comunicaciones de Colombia es bien reconocido. Ahora –y continuando con nuestro postulado de la relación humanidad/pantalla–, el camino hasta el computador portátil que abrimos con facilidad y podemos llevar en una maleta pequeña, ha sido de trancos más veloces, si consideramos que hace sólo dos siglos estábamos experimentando con vapor de agua para mover barcos.

Si la primera computadora puede ser, en un rastreo veloz, una calculadora programable que funcionaba con códigos binarios llamada Z1, y creada en Alemania en 1936, podríamos admirar la maravilla en todo el cuadro hoy, situados en este palco del futuro presente. Desde los años cuarenta, cuando las computadoras medían hasta 18 metros de largo y sólo desarrollaban funciones muy básicas, hasta el móvil que nos permite simultáneamente visitar museos, escuchar música, conservar una miríada de aplicaciones, y tomar fotografías, no ha transcurrido un siglo completo. Considerando los avances de la agricultura o la ingeniería en la antigüedad, ese es un lugar privilegiado pero al mismo tiempo perturbador.

Sobre combustibles, revisemos el petróleo y sus derivados: los que no tenemos conocimiento del tema, sabemos tres cosas que son difíciles de debatir. La primera es que se va a acabar, y la fecha de cierre no es lejana; la segunda es que sus efectos en el medio ambiente (no sólo el aire, sino además en su proceso de extracción) es desastroso, cuando incluso se cobija bajo la responsabilidad del método; y la tercera es que su búsqueda ha impulsado guerras y conflictos de décadas. Hoy el mundo comienza a mirar hacia otro lado: en las esferas más elevadas de la política y la conversación ligera de universidad se mencionan las nuevas formas de producir energía para mover el planeta. Sólo en Medellín, que tiene hoy problemas serios con la calidad del aire que respiramos, se ha ido acomodando, no sin esfuerzo, el tema de la energía eléctrica para transportarnos. Desde el año 1995 contamos con sistema Metro; desde el año 2014 tenemos sistema de Metrocable, y la promoción del uso de bicicletas es cada vez más popular.

Esta Tercera Revolución Industrial supone cambios en la forma de comunicarnos, y en la forma de alimentar el motor –dicho de forma simbólica– que mueve el presente. Desde la era de la informática, las computadoras y la presencia febril e indispensable de pantallas a cualquier lugar que vayamos, hasta la arquitectura y el diseño de edificios que sean al mismo tiempo sus propios productores de energía, no podemos negar que cada revolución ha traído bajo el brazo nuevos modelos de construcción social; nuestra forma de habitar la ciudad y el campo, y nuestras maneras más evidentes de desarrollo individual son la muestra de que la aldea global se encuentra en la sala de la casa, ante un móvil, ante un televisor o ante la ventana que da a la calle.

 

Primera parte: La primera y la cuarta revolución industrial: pasos colosales desde la máquina y el vapor

Segunda parte: La segunda revolución industrial: la energía que dio un giro a la historia

Cuarta parte: Cuarta Revolución Industrial: más allá de la técnica

***

Este artículo se realiza en el marco de la estrategia de comunicación para la movilización de la Secretaría de Comunicaciones de la Alcaldía de Medellín, en alianza con la Corporación para el Desarrollo Picacho con Futuro. Contenidos con énfasis pedagógico, para construir ciudadanía desde el pensamiento y el aprendizaje.

Leave a comment

You are commenting as guest.