Antes de finalizar el 2019 nos fuimos con una centena de integrantes de nuestras organizaciones para el municipio de San Jerónimo, en el occidente de Antioquia, para recordarnos la importancia de salir un par de días de la ciudad, reírnos de nuestras dichas, hablar de nuestras metas, y tomar energía para los meses que vienen.

Es sábado 16 de marzo de 2019, último día de una semana de celebración llamada Fiesta de la utopía, que ya llegó a la cuarta versión y que se realiza cada año en la Casa para el Encuentro Eduardo Galeano. Los vecinos han estado toda la mañana dando vueltas por el espacio, llenando cada rincón con su revoloteo de voces y pasos.

En agosto del 2015 varios profesionales de la Corporación Picacho con Futuro tocaron las puertas de colegios y escuelas de la parte alta de la Comuna Seis: buscaban jóvenes interesados en conformar un nuevo grupo para acercarlos a la experiencia de la organización y la participación; en esencia, pertenecer a algo que ellos mismos levantaran desde las bases hasta las torres. El grupo Nueva Ola –NOA– nació con 22 jóvenes entre los 14 y los 22 años de los barrios Progreso nro. 2, El Triunfo, Mirador del Doce, Picacho y París.

Dos elementos componen esta nota: primero, anunciar quiénes son los dos promotores que harán parte del equipo de dinámicas juveniles en la Comuna Seis. Segundo, un recuento cronológico y descriptivo de esa etapa de selección, y qué sigue.

Es difícil imaginar algún discípulo del fútbol que, luego del pitazo final en cada cotejo, deje en reposo ese cariño absoluto: los jugadores a entrenar como si nada estuviera ganado o perdido; los medios a sus análisis de médico internista, y al ruedo de acaloradas discusiones. Para el hincha, la semana ya viene con color: regresa a casa –pleno de paz o melancolía según el marcador más reciente–, devuelve la remera a su casillero privado, no sin antes doblarla con calma, besa el escudo en un ritual devoto, y a saborear la próxima cita con el estadio. La tribuna está donde el corazón quiere. 

Las tajadas de papa flotan en el aceite hirviente y comienzan a tomar un color dorado. Es hora de sacarlas. Margarita se apura, y con un par de movimientos veloces de la espumadera metálica, las arroja a un plato hondo de plástico; de nuevo la sartén recibe otra tanda de tajadas, esta vez, de maduro.