Asociación de Madres Comunitarias El Triunfo

Asociación de Madres Comunitarias El Triunfo

Objetivo

Atender integralmente a niños y niñas menores de 6 años.

Los niños cruzan la calle, tomados de la mano en una cadena humana elaborada meticulosamente con pequeños eslabones. Todos uniformados, entre murmullos y gritos, siguen a la mujer vestida con delantal y sudadera, tenis blancos y paso firme. Los observa, los llama por su nombre para que presten atención, y a la vez aguza sus sentidos porque es una calle y es la guía del grupo. Al llegar al jardín infantil cuenta cabezas como contando dedos, incluso invadida por la seguridad de que todos han llegado sanos y salvos; recuerda sus voces, y respira con calma. Es una madre, y todos los días echará mano de la precaución para no perder el talento y la experiencia. Esta es una conversación y un poco de historia.

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Que la formación moral brindada en el seno de la familia no puede ser reemplazada por ningún colegio, es verdad innegable. Pero también es imagen común la del hogar fragmentado, la madre abordando un bus desde temprano en la mañana para volver a casa ya entrada la noche, parejas de padres separados, e hijos a la deriva con referentes educativos como la televisión, un puñado de amigos y los años sin rumbo ni decisiones. Así es la realidad en las comunas periféricas, y ante eso como producto de la cotidianidad, hay que acercarse con ideas e intención.

La Asociación de Padres de Hogares de Bienestar –nombre genérico que le asigna el programa-, más conocido como Hogar de las Madres Comunitarias de El Triunfo, se conformó el 26 de mayo de 1989 –fecha de la personería jurídica- con 23 madres en la planilla inaugural, no en campaña de ocupar un lugar sino la razón de complementar con presencia, cariño y atención especial. Desde aquel tiempo y hasta nuestros días, su Junta Directiva ha sido elegida por los mismos usuarios del programa. Esto es ley para todos los hogares de la ciudad.

Una asociación con su filosofía atiende tanto a niños y niñas en primera infancia como a sus padres y su entorno familiar. El programa Hogares FAMI –Familia, Mujer e Infancia- se diseñó para acompañar a la futura madre desde el embarazo hasta el nacimiento, y posteriormente, hasta el segundo año de vida del niño; de ahí pasa al Hogar de las Madres, hasta los cinco años.

En el año 2009 los ojos son puestos en una casa llevada al deterioro en el barrio El Triunfo, sólo muros y techo con poco espíritu, abandonada entre arrumes de basura. Precisamente quienes iniciaron los trámites para que albergara a las madres comunitarias fueron Juan Carlos y Ana Teresa, ex director y actual directora de la Corporación Picacho con Futuro. Propiedad de la Alcaldía de Medellín, esa vieja casucha sería entregada a la Asociación en el 2011, siendo el gesto una especie de amargo desencanto y realización del sueño: ese espacio inhabitable tenía que ser recuperado, o de lo contrario, el esfuerzo de pasillos y papeleo se perdería. Esposos, hermanos, vecinos, y hasta conocidos de saludo empezaron a tumbar paredes desvencijadas para alzar muros asegurados, recogieron cuota, se esculcaron los bolsillos, y tras mucha exigencia que más parecía ganas de no dejar, no hubo más reparos a la idea.

Por regla que dictamina el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, están divididas en tres unidades de servicio que reciben nombre de ternura: Risitas alegres, Ositos cariñositos II y Dulce corazón. Las cifras son registro contundente: con el programa FAMI se atienden 98 familias; en hogares tradicionales, 186; en la sede ya recuperada y rejuvenecida, 39 niños. Todas ellas o han estudiado, o lo hacen en la actualidad. Ellas mismas han visto la importancia de recurrir a la academia para pulir el talento, y la educación en pedagogía, infancia y familia es herramienta de primera mano, surgen nuevas formas de ver lo comunitario y lo doméstico, las lecturas inspiran y dan cobijo a su causa; a finales de los ochenta era otro el campo de juego, pero el mundo cambia. Apunte importante: muchos de esos padres y madres pasaron por el hogar en sus primeros pasos, y hoy al llevar a sus hijos recomiendan juicio, ponerle cuidado a la profe, respetar y aprender. Algo quedó de lo bien sembrado.

Las Madres Comunitarias hablan con esperanza porque evidencian la distancia perturbadora entre el niño y el adulto, que hoy nos acongoja en barrios y ciudades, campo y urbe; demasiadas aspiraciones truncadas por el afecto infrecuente y la calle como refugio del abandono. Pero a la vez en los pequeños a su cuidado pueden ver con la claridad de la experiencia al futuro líder, futbolista, ingeniero o músico, el escritor y el maestro. Una madre no se cansa de esperar, reza piadosamente un canto religioso. Ellas esperan, porque la paciencia ante la semilla florece en el tiempo.

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Agradecimiento especial a Marina y Doña Elsy, madres que nos contaron un pedacito de su historia, y cada día la escriben con el tesón esencial de mujer.